jueves, 5 de mayo de 2016

Don Luis de la Cerda




El Corregidor Luis de la Cerda puede considerarse el héroe de la lucha contra la construcción de la catedral en el interior de la Mezquita y es del todo desconocido en la ciudad de Córdoba a pesar de ser titular del nombre de la calle que se extiende a lo largo del muro exterior de la Mezquita orientado al sur.
 
De la Cerda, publicó el 4 de mayo de 1523 un bando por el cual amenazaba con pena de muerte a quien variase la configuración arquitectónica de la Mezquita protagonizando la lucha por la conservación del monumento contra las pretensiones eclesiales de destruirlo para construir en su interior una catedral.
 
Ante el comienzo de las obras por cuenta y riesgo del cabildo catedralicio se reunió el cabildo municipal y acuerda solicitar la detención de las mismas hasta que el rey no fuera informado y diera su consentimiento. Las causas alegadas fueron el propio valor monumental de lo previsto derribar y el hecho de que con anterioridad la reina Isabel negara permiso al propio cabildo para efectuarlas.
 
Ante la negativa del obispo, el corregidor don Luis fue tan contundente en su oposición a la destrucción parcial del monumento, como demuestra el dictado de la pena de muerte a los obreros que obedecieran al obispo, arriesgándose y llegando a padecer excomunión, algo de letales consecuencias en aquellos años.
 
La actuación municipal desmonta la falacia justificativa de que se obró conforme a los criterios normales de la época. La feroz resistencia del corregidor y de la mayoría del cabildo municipal indica precisamente lo contrario. El interés por derribar parcial o totalmente el edificio por parte de la Iglesia se contraponía a la lógica civil proteccionista y conservacionista basada en un sentido común extendido entre las autoridades del momento.
 
El Emperador dio finalmente la razón a la Iglesia y en abril de 1543 comienzan los derribos. Varios cronistas han venido relatando a lo largo de los siglos siguientes cómo el Emperador se arrepintió posteriormente de haber dictado la real provisión para las obras cuando, años después, las visitó y ponen en su boca las famosas palabras:
 
Yo no sabía que era esto, pues no hubiese permitido que se llegara a lo antiguo; porque hacéis lo que puede haber en otra parte y habéis deshecho lo que era singular en el mundo.
 
Bando con la amenaza de muerte a los obreros
 
Estos señores informados de la respuesta que dio el Dean del Cabildo sobre el cesar del desfacer de la obra de la dicha iglesia e como no sobreseen fasta que su majestad mande lo que más sea servicio acordaron de mandar e mandaron que se pregone publicamente que ningún abañí ni cantero ni carpintero ni peón ni otra persona alguna non sean osados de tocar la dicha obra en desfacer ni labrar cosa alguna de ella fasta tanto que por su Majestad sea mandado lo que más sea su servicio so pena de muerte e de perdimiento de todos sus bienes para la cámara e fisco de su Majestad esto porque la obra que se desface es de calidad que no se podía volver a facer en la bondad e perfección que está fecha”.
 
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